Una boda que se celebrado en la Aldea Santillana en la Sierra de Madrid, un lugar que parece un cuento de hadas, donde se juntaron algunas tradiciones chinas con otras costumbres más nuestras. No todos se conocían y quizás por eso los novios tuvieron una genial idea; mezclar ambas familias en la organización de las mesas. Algo que dio pie a un divertido juego donde el el cóctel los invitados tenían que buscar a sus compañeros de mesa para hacer una foto de grupo.
la noche de antes algunos de los invitados disfrutaron de una relajada cena con los novios en la Casa Palacio que terminó en un ensayo de lo que sería la fiesta del día siguiente. Por la mañana un desayuno en la zona del invernadero les esperaba, para reponer fuerzas para la boda.
La novia se cambió en la suite nupcial de la torre, donde la decoración nos transporta al lujo de Versalles. Una vez preparada descendió con un espectacular vestido de Hannibal Laguna, por la escalera de caracol hasta el patio donde la esperaba su padre con un carruaje tirado por unos bellos caballos.
En el mirador, donde daría acto la ceremonia le esperaba el novio con todos los amigos y familiares. Rodeados de naturaleza y con las vistas al embalse del Atazar y a la Sierra de Guadarrama de Madrid, se dieron el «si, quiero».
De nuevo el carruaje recoge a los ya nuevos esposos y los lleva hasta la zona del cóctel que se encuentra junto al salón del banquete. Al finalizar a pocos metros empieza la fiesta en la discoteca independiente de la finca, donde tras el baile de los novios, les esperan varias sorpresas a ambos de parte de sus amigos.
Y como todo cuento termina.. y fueron felices y comieron perdices.